Como secuela de Aísla, al regresar del viaje a Cuba, le conté todo lo vivido a Narah De Luca, los lugares por donde “anduvimos” y las personas que “habíamos conocido”, en la sala negra del Museo de Arte Contemporáneo de Salta ella escribía con tizas todo lo que pensaba recordar, pero la memoria no es permanente, y en el proceso de escribir posibles recuerdos una palabra se superponía con la otra, volviéndolo todo ilegible, las fotografías del viaje se blanqueaban en lavandina algunas, y otras iban desapareciendo a fuerza de lijarlas. Los restos de esta operación son lo más cercano a lo que ella recordara de “nuestro viaje” simulado.